EL TERRORISMO
¿Qué es el terrorismo?

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¿Qué es el terrorismo? | Defining Terrorism | Definitions of Terrorism | Globalization and Terrorism | The Future of Terrorism

A. González Gil

El terrorismo es un fenómeno social actual e inquietante.  Se dá en distintos países de diversos hemisferios.  Organismos internacionales y conferencias continentales lo tienen en la agenda permanente de estudio y es la preocupación prioritaria de sus miembros.  Una reflexión sobre el terrorismo exige mente serena y lúcida.  Presupone diferenciarlo de los movimientos de liberación nacional y el contexto de un estado de pleno derecho con un pueblo real y ciertamente soberano, protagonista libre y actor en la vida nacional y de su destino.

 

El terrorismo, como el frío o el calor, no necesita definición.  Se siente o se sufre.  Sólo hay una cosa cierta: el terrorismo es terror y el terror es ajeno y contrario a la naturaleza civilizada del hombre.  El terrorismo no es fruto de impulsos ciegos de la bestia humana, ni de la inmadurez irreflexiva, ni de la suspensión ocasional del juicio.  Es más bien producto de una lógica rigurosa, consecuencia de una formulación intelectural estricta y coherente.  Los atentados, los secuestros, los asaltos violentos quieren ser la exteriorización necesaria de la filosofía del terror, sintetizada en aquel grito, frecuentemente repetido, nadie es inocente.

 

Según esta filosofía, la sociedad global comparte la culpa de la injusticia económica, social, cultural y política que debe ser vengada, castigada y corregida mediante la violencia.  La violencia, desde una visión alucinante y mística, deviene en el único instrumento que obliga a desenmascararse a las clases dominantes.  Erradica las creencias del alma popular, creadas por los dominadores, de que la injusticia se redime por procedimientos legales y pacíficios, y muestra claramente la naturaleza represora y brutal de la sociedad.

 

Pero, ¿cómo es posible el terrorismo en las democracies?, se preguntan algunos.  Por principio, en un régimen democrático:  todas las fuerzas socio-políticas están representadas; circula información libre e independiente; las ideologías tienen sus órganos propios; todos los problemas son debatibles; y el gobierno es criticado y removido mediante elecciones libres y periódicos.  No obstante, para el terrorista vivir en democracia y libertad es un espejismo falaz, una conspiración maquiavélica montada por los explotadores para tener resignados a los explotados.  Elecciones libres, prensa libre, derecho de crítica, sindicatos libres, cámaras parlamentarias libres no son más que trampas y simulacros que disfrazan la violencia estructural de la sociedad y ciegan a las víctimas de la clase opresora para que no descubran los crímenes que se cometen contra ellas.  Los actos de violencia son de los pocos contra los más, de los poseedores contra los desposeídos.  El hambre de los pobres y los desocupados, la ignorancia de los analfabetos, la vida mísera y miserable sin horizonte y sin esperanza, ésta es la verdad que el terrorista pretende iluminar con el incendio de los atentados.  La democracia con sus libertades formales es un engañoso fraude, porque adormece la rebeldía de las masas frente a su deplorable condición, desactiva la voluntad de liberación colectiva y retrasa indefinidamente la revolución.

El terrorista conoce bien sus fines.  Sabe bien, muy bien, que volando puentes, bancos y embajadas no trae la sociedad igualitaria, ni desencadena un proceso revolucionario.  Su fin es provocr la represión, generar una espiral de violencia creciente que degenere en el laberinto de violencia contra violencia, obligar a un régimen democrático a envilecerse, dejando de lado los métodos legales.  En fin, el terrorismo, creyendo actuar en nombre de las víctimas, hostiga al poder politico legal, y desea que el Estado atropelle y abuse de los ciudadanos, convirtiéndolos en víctimas durante la búsqueda y captura de los culpables.  Lo que busca, en definitiva, es que las cárceles se llene de inocentes, que mueran obreros, campesinos y estudiantes, que intervenga el ejército cruentamente, que se suspendan las libertades y se proclamen las leyes de excepción. 

 

Sin embargo, no es cierto que la violencia estructural de la sociedad no sea rectificable a través de la ley y en régimen de convivencia libre y democrática.  La experiencia histórica reciente y presente demuestra que los países de más alto nivel de vida civilizada en el mundo así lo lograron y no por la vía de la violencia.  Una minoría decidida y frecuentemente fanática, mediante el atentado sistemático, programado y selectivo, puede crear una situación de inseguridad nacional, hacer que la democraia se envilezca y se esfume, eliminar gobiernos democráticos y sustituirlos por otros autoritarios.  Pero el mayor peligro para un gobierno democrático, aun siendo deplorables y dolorosos, no son los atentados sino caer en las reglas de juego del terror.  El riesgo grave y letal sería intimidarse o excederse.

 

Un gobierno democrático está obligado a defenderse con firmeza, sin complejos de inferioridad, porque, defendiéndose, defiende a la sociedad de un mal peor que el que padece.  No debe olvidarse que su fuerza depende y se apoya en su legitimidad.  Por ello, no puede ir más allá de la ley.  Debe actuar con la ley y dentro de la ley.  La forma de actuación es fundamental, pues el estilo también entra en la esencia de la democracia.  Mas, si se excede en el uso del poder, si comete abusos, si se vale de atropellos, si hace caso omiso de los valores humanos de derecho natural en razón de la eficacia, podría derrotar al terrorismo, pero éste habrá ganado, mostrando y demostrando la monstruosidad que anida en el sistema.  El terrorismo sería vencido pero el pueblo no quedaría convencido.  Es más, quedaría confuso y confundido al constatar la facticidad de los principios ideológicos del terrorismo: que la justicia pasa necesariamente por la injusticia y que el camino hacia la libertad es la dictadura.  En este caso, irónicamente, el terrorismo vencido sería el triunfador moral por la victoria de sus ideas.

 

 

 

 

 

Tomado de Homines, Vol.6, Núm. 1 (enero-junio), 1982