El Colegio Electoral: una reliquia polémica
Estados Unidos: el sistema electoral se tambalea

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Estados Unidos: el sistema electoral se tambalea
La democracia imperfecta

Amy Otchet, periodista del Correo de la UNESCO

Hasta comienzos de diciembre de 2000, el Congreso de Estados Unidos había recibido tres propuestas de ley para suprimir el Colegio Electoral e introducir la elección directa del presidente y el vicepresidente.  Las tres prevén una segunda vuelta si el vencedor no obtiene un 40% de los votos en la primera.  La propuesta más coherente proviene del representante del estado de Illinois Ray LaHood.  "El hecho de que un mes después de que el pueblo haya votado, un grupo selecto y elitista de gente (el Colegio Electoral) elija al presidente es como una bofetada en la cara"
 
Para enmendar la Constitución, es necesaria una mayoría de dos tercios en la Cámara de Representantes y en el Senado, y luego votaciones por mayoría simple en tres cuartos de las legislaturas estatales.  LaHood piensa que en la Cámara se organizarán este año comisiones de estudio sobre esta cuestión, pero también prevé que el debate se ahogará en el Senado, debido al peso que tienen en él los estados menos poblados.  Para los dirigentes de los estados pequeños, el Colegio representa una ventaja decisiva.  El Distrito de Columbia y los cinco estados con menor población, que suman 2.6 milliones de habitantes en edad de votar, contaban en las elecciones de 2000 con 18 votos en el Colegio--exactamente los mismos que Michigan, que tiene 7.2 millones de electores.
 
Pero imaginemos por un momento que en 2004 la elección también se decida por un puñado de votos.  El descontento ciudadano podría ser aún mayor y obligaría a Estados Unidos a adoptar el voto directo.  O, en el caso en que una enmienda de la Constitución sea demasiado difícil, los estados podrían--colectiva o individualmente--seguir el ejemplo de Maine y Nebraska, que autorizan el reparto proporcional de todos los votos del Colegio excepto dos, que son atribuídos al candidato mayoritario.
 
Si hay voto directo, los candidatos concentrarán sus campañas en las zonas más pobladas, es decir, las costas Este y Oeste, y pasarán por alto el centro del país.  Como su obsesión será alcanzar una mayoría matemática, no estarían obligados a consolidar una vasta coalición nacional.  En un país tan grande y diverso, las campañas presidenciales se ganan abordando al mismo tiempo problemas locales y nacionales.  Si los candidatos ahora toman en cuenta a los grupos minoritarios es porque el sistema electoral les obliga a ello.  De no ser así, la influencia de las comunidades negra e hispana, por ejemplo, podría esfumarse.  Los negros sólo representan un 12% de la población, lo cual no es suficiente para tumbar una mayoría. 
 
Indudablemente, el sufragio directo daría mayores oportunidades a terceros candidatos, es decir, aquéllos que no sean demócratas ni republicanos.  Aunque persistirían sus dificultades económicas (un partido debe haber obtenido un 5% de los votos en la elección precedente para obtener financiamiento federal), no tendrían que cargar con el apodo de "ladrones de mayoría".  No obstante, en este país la competencia funciona en todo, menos en política: en Estados Unidos, a diferencia del resto del mundo, el multipartidismo no representa una señal de vitalidad democrática.  Tanto la dercha como la izqauierda temen que se desencadene una lucha de facciones.  La solución es nombrar ganador a quien obtenga más votos.  Y para ello, los candidatos no pueden tomar posiciones extremistas. Con el sufragio directo, los candidatos de los grandes partidos tenderían a situarse de nuevo en sus respectivos polos ideológicos, lo que dejaría espacio libre, fundamentalmente en el centro, para partidos minoritarios. 
 
De todas maneras, si en 2004 se repiten resultados electorales tan estrechos, podría desencadenarse ua nueva crisis, provocando reclamos para una revisión de las reglas de juego.  En tal caso, es bien probable que el sufragio directa obtenga "todos los votos".